西语助手
2024-12-29
Hace ya más de 400 años que se publicó la obra magna de Miguel de Cervantes Saavedra,
mejor conocida mundialmente como El Quijote de la Mancha,
¿pero qué tanto ha cambiado nuestro idioma en todos estos siglos?
Te invitamos a desglosar esta obra literaria y conocer 15 Palabras que en su día se emplearon de manera común en la cotidianidad de las personas,
pero que hoy han entrado en desuso y por ende se consideran extintas en el idioma español así que ponte cómodo y disfruta.
Número 1. Adoquiera.
La correspondiente palabra moderna es adondequiera,
que es la contracción de adonde quiera,
es decir, a cualquier parte.
Hace 4 siglos era común oír esta palabra y ha quedado impresa en una huella en el tiempo en el siguiente fragmento del capítulo 48 de la obra de Cervantes:
"ora te tenga Merlín, o Montesinos, donde ellos quisieren;
que, adondequiera eres mía, y adoquiera he sido yo, y he de ser, tuyo".
Número 2. Añascar.
Este verbo extinto provenía del árabe hispánico annasáq que a su vez proviene del árabe clásico nasaq.
Añascar fue utilizado en castellano como sinónimo de enredar o confundir y evidencia de ello se observa en la siguiente citación del capítulo 45:
"el diablo, que todo lo añasca y todo lo cuece, hizo que yogásemos juntos".
Número 3. Ayuso.
Ayuso era un antiguo vocablo que derivaba del latín Ad Deorsum que se puede traducir como "hacia abajo" por lo que ayuso era sencillamente un sinónimo de abajo.
Ejemplo de esto lo encontramos en el capítulo 50 en la siguiente línea:
"De Dios en ayuso, no os entendemos,
Teresa, ni sabemos lo que os decís." Que al día de hoy se interpreta como de Dios para abajo,
es decir, todos.
Número 4. Ca.
Por más rara que te parezca esta palabra,
ca era un sinónimo de la conjunción causal "porque" común en aquel entonces.
Hoy en día sobrevive un uso semejante en el idioma francés con la palabra "car" y se aprecia en el siguiente fragmento del capítulo 2:
"No fuyan las vuestras mercedes ni teman desaguisado alguno;
ca a la orden de caballería que profeso non toca ni atañe facerle a ninguno".
Número 5. Denantes.
Esta era una forma arcaica de decir "antes" o "de antes",
y ha sido inmortalizada en múltiples ocasiones a lo largo de la obra literaria.
Ejemplo de esto se aprecia una frase consignada en el capítulo 19:
"y así, sabrá vuestra merced que, aunque denantes dije que yo era licenciado,
no soy sino bachiller".
Número 6. Desfacer.
Seguramente podrás intuir que esta era la forma arcaica del verbo actual deshacer y esto corresponde a la conversión de la f en h que sufrió el idioma castellano a principios de la edad moderna.
Esto se evidencia en múltiples ocasiones del texto,
como en este del capítulo 19: "Y quiero que sepa vuestra reverencia que yo soy un caballero de la Mancha,
llamado don Quijote, y es mi oficio y ejercicio andar por el mundo enderezando tuertos y desfaciendo agravios."
Número 7. Fablar.
Al igual que en el caso anterior, este es un claro ejemplo del grupo de palabras que cambiaron la f por la h por lo que su forma actual es el verbo hablar.
Sin embargo, esta forma arcaica recuerda un poco al portugués actual con el verbo "falar".
En la obra de Cervantes lo encontramos en el capítulo 21 así:
"Y con gran cuita en sus corazones por no saber cómo se han de fablar para descubrir sus ansias y sentimientos".
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Número 8. Fenestra.
Esta palabra proviene directamente del latín y era la palabra empleada para referirse a la ventana.
En tiempos de Cervantes era aún una palabra de gran uso común y se equiparaba con el italiano "finestra" o con el francés "fenêtre".
En el capítulo 21 encontramos: "al alboroto de los muchachos y de la demás gente,
se parará a las fenestras de su real palacio el rey de aquel reino".
Número 9. Harbar.
Esta palabra significaba antiguamente "hacer algo deprisa o atropelladamente" y es que provenía del árabe harab que significa arruinamiento,
tal como se evidencia en el capítulo 6:
"Maravilla será que acierte, porque no hará sino harbar,
harbar, como sastre en vísperas de pascuas,
y las obras que se hacen apriesa nunca se acaban con la perfeción que requieren".
Número 10. Lueñe.
Proviene del latín longe que significa lejos o lejano y esto mismo significaba este vocablo,
comparable con el portugués actual "longe" o el francés "loin".
En el capítulo 37 se lee "Calla, Sancho amigo —dijo don Quijote—,
que, pues esta señora dueña de tan lueñes tierras viene a buscarme".
Número 11. Maguer.
Esta palabra aunque suene extraña, era sinónimo de "aunque" en tiempos de Don Quijote.
Provenía del griego bizantino "makari" que significa "Ojalá".
Este significado aún se mantiene en el italiano con la palabra "magari" pero ya está extinto en el castellano.
Maguer se puede leer en el capítulo 25 así:
"maguer que yo sea asaz de sufrido,
mal podré sostenerme en esta cuita".
Número 12. Membrar.
Ese verbo en desuso era sinónimo de recordar.
Provenía del latín memorare y era de uso común en aquel entonces.
En la obra de Don Quijote se puede evidenciar este uso si nos referimos al capítulo 2 en la siguiente estrofa:
"Plégaos, señora, de membraros deste vuestro sujeto corazón,
que tantas cuitas por vuestro amor padece."
Número 13. Mur.
Este era el nombre con que se conocían a los ratones hace 4 siglos,
el cual reflejaba su procedencia directa del latín muris,
que efectivamente significaba ratón.
Te sorprenderá que precisamente de aquí proviene también el nombre murciélago,
que junto con el vocablo latino caeculus,
significa ratón ciego.
En el capítulo 56 se escribe: "porque lo que has de dar al mur,
dalo al gato, y sacarte ha de cuidado".
Número 14. Pluvia.
Esta era una forma arcaica de la palabra actual lluvia,
y que aún se puede leer en otras palabras como pluvial o pluviómetro.
Esto lo encontramos en el capítulo 33 de la siguiente forma:
"Y en esta opinión estén todos, y en razón la fundo:
que si hay Dánaes en el mundo, hay pluvias de oro también.".
Número 15. Pulcela.
Este sustantivo provenía del latín Pullicella,
que era diminutivo de Pullus, que significa pollo,
y era usado para designar una mujer virgen o una doncella.
En el capítulo 44 ha quedado inmortalizada esta palabra en la siguiente frase:
"Niña soy, pulcela tierna, mi edad de quince no pasa".
Como ves, esto es apenas una pequeña muestra de algunas de las palabras que eran parte del día a día del castellano en tiempos de Cervantes.
¿Conocías alguna de estas palabras?
¿Cuál fue la que más te sorprendió?
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