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2024-05-09
Félix Rubén García Sarmiento fue un poeta nicaragüense y es uno de los de mayor influencia en la poesía hispanoamericana del siglo XX.
Nació en una pequeña ciudad llamada Metapa.
En su infancia lo conocían como el poeta niño.
A sus 14 años inicia su actividad periodística en varios diarios nicaragüenses.
Un año después es acogido por el presidente Rafael Saldívar y conoce a Francisco Gavidia,
gran conocedor de la poesía francesa.
Darío hacía data por primera vez el verso alejandrino francés a la métrica castellana.
A sus 19 años se traslada a Chile donde recibe tres años como periodista y publica su primer poemario, Abrojos,
con dominante huella romántica de Bécquer.
Al año siguiente publica en Valparaíso el libro que marcaría el inicio del modernismo, Azul.
Los años siguientes reside en varios países de Centroamérica como periodista.
Entre 1893 y 1896 vive en Buenos Aires y publica Prosas Profanas, con la que se consagra.
Después viaja a España como corresponsal.
Es allí donde conoce a los poetas españoles Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez.
Este último edita una de sus principales obras, Cantos de Vida y Esperanza.
En 1910 vuelve a América y redacta su autobiografía, La vida de Rubén Darío, escrita por él mismo.
Luego viaja a Barcelona donde publica Canto a la Argentina y otros poemas.
Al estallar la Primera Guerra Mundial,
vuelve a América y después de una vida de periodismo,
viajes y poesía, regresa a Nicaragua donde finalmente fallece.
Junto a Bécquer, marque el camino hacia la recuperación de la poesía española,
que se volvía repetitiva y vacía.
Influye a Juan Ramón Jiménez, Las Vanguardias y, más tarde, a la llamada Generación del 98.
Su estilo está cargado de cromatismo y musicalidad tomados del simbolismo.
Acude también a temas exóticos y mitológicos, así como al erotismo y la exaltación de Latinoamérica.
Rescata y renueva métricas y estrofas antiguas.
En su obra utiliza símbolos como el cisne, el pavo real, la mariposa, la torre de marfil y,
por supuesto, el color azul, que era para él el color del ensueño,
el color del arte, un color helénico y homérico,
color oceánico y firmamental.
Precisamente, Azul es la obra con la que inicia el modernismo y se aleja de la influencia hispana.
Es un libro de cuentos y poemas que fueron escritos en Chile.
Toma elementos del parnasianismo y simbolismo francés,
por lo que presenta un modernismo más afrancesado y preciosista.
Presenta gran cuidado de sonoridad verbal y pasajes líricos subjetivos.
Los poemas exaltan la vida, el amor y la naturaleza.
El año lírico, dividido en cuatro partes que representan las estaciones del año,
combina la naturaleza y el sentimiento amoroso.
A un poeta y Pensamiento de otoño presentan temas amorosos.
"Anagke" es una fábula lírica y "Los medallones" tiene como tema la propia literatura.
Los cuentos, por su lirismo, se podrían clasificar como prosa poética.
Destaca como tema el artista incomprendido y despreciado.
En el rey burgués se critica la hipocresía y las apariencias de la burguesía frente al verdadero arte.
En el sátiro sordo, el poeta es dejado de lado por una persona poderosa que no puede apreciar el arte debido a su incapacidad y por oír el consejo de personas incapacitadas.
También acude a ambientes parisinos en la ninfa o exotismo de las hadas en El velo de la reina Mab.
Con Azul, por primera vez, se planteaba un espacio erotizado,
placentero y estetizante que evadía la mezquina realidad.
Darío intenta crear climas y atmósferas mediante un juego de imágenes, tonos y ritmos.
En un primer momento, la publicación de la obra no tuvo demasiada repercusión,
pero meses después, el novelista español Juan Valera,
cuya opinión era muy respetada, publicó dos cartas en el periódico El Imparcial de Madrid,
en las cuales elogiaba a Rubén Darío.
Prosas profanas, publicada en Buenos Aires en 1896,
marca la cumbre y madurez del modernismo.
La música posee cada uno de los poemas y las audacias temáticas simétricas provocaron grandes polémicas.
Se consolida la transformación del alejandrino francés al castellano.
Envuelto en un arte cromático, se describe un París idealizado y deslumbrante,
sin dejar la mitología griega e incorporando temas esotéricos.
Su horizonte final es el placer mediante la dignificación del erótico o la profanación de la carne,
que contradice la doctrina cristiana.
Es el placer como forma suprema del arte.
Darío rompe así la clásica poesía hispanoamericana cargada de patriotismo, descripciones o de unción religiosa.
Era también un signo de rebeldía frente al reseco utilitarismo positivista.
Su crítica a la sociedad moderna mediante el refugio en mundos inventados, fantasías medievales o mitología grecolatina le hace decir,
«¿qué queréis? Yo detesto la vida y el tiempo en que me tocó nacer».
En este texto se presenta uno de los poemas más conocidos de la lengua castellana, Sonatina.
En su célebre soneto final, el poeta describe su arte, yo persigo una forma.
Encantos de vida y esperanza inicia con esta frase,
yo soy aquel que ayer nomás decía, el verso azul y la canción profana.
Estos versos son una respuesta a Rodó,
quien le había criticado diciendo, no es el poeta de América,
en referencia a su esteticismo y europeísmo.
Darío siente ahora responsabilidades y muestra una preocupación por el destino americano ante el nuevo siglo.
El fin del imperio español supone un nuevo imperialismo norteamericano.
El poeta reflexiona sobre su propia obra,
exalta a lo latinoamericano y reacciona contra el capitalismo de los Estados Unidos.
Es una obra más reflexiva, con tono existencial y filosófico,
donde se ve dominado por la melancolía y la incertidumbre ante el futuro.
Es así como Rubén Darío, o el príncipe de las letras castellanas,
desarrolla su espíritu ansioso por vencer el provincianismo mediante la búsqueda de ambientes cada vez más cosmopolitas, cada vez más alejados de su mundo natal.
Absorbe todas las formas nuevas y las transfigura en algo distinto, su propia creación.
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