西语助手
2025-01-14
Una gélida tarde de invierno en París,
de repente, me entraron unas ganas locas de tomar un chocolate caliente y humeante.
Entré en un bonito café, pero ¿qué me trajo el camarero?
Algo tan ligero, tan líquido, tan soso.
Parecía leche con cacao.
Un desayuno para niños, vamos.
Sentí cómo la decepción se apoderaba de mí y cómo me invadía la nostalgia de Madrid.
¿Dónde está mi buen chocolate con churros?
En la oficina, cuando le conté a Claire mi experiencia, puso el grito en el cielo.
¿Pero qué dices?
¿Nostalgia de esa especie de chocolate tibio y pastoso con una consistencia parecida al kétchup mezclado con nata?
¿Esa cosa superespesa y superdulce en la que mojáis esa especie de serpentinas grasientas fritas en aceite?
¿Esos churros?
No te ofendas, Marieta, pero te juro que para mí no hay quien se los coma.
Bueno, para gustos, los colores, como suele decirse.
Creo que Claire no ha entendido la esencia de un buen chocolate espeso,
con ese churro ligeramente dulce y crujiente,
que quizás, por elegancia, no deberíamos mojar en el chocolate,
pero la tentación es demasiado fuerte.
Así que todos lo hacemos.
Como tantas otras cosas, el chocolate nos llegó de México con la conquista de América.
En cuanto a los churros, se inspiraron en el "youtiao", una especie de buñuelos chinos,
y fueron los portugueses quienes los introdujeron en la península ibérica.
De hecho, los portugueses también son aficionados a esta mezcla de harina,
agua, aceite, sal y azúcar que pocos se atreven a cocinar en casa,
aunque exista un aparato especial para hacerlos, la churrera.
Una vez preparada la masa, se coloca ahí.
Miren ese agujero en forma de estrella.
Desde ahí, cae directamente el churro a la freidora, adquiriendo esa forma estriada tan bonita.
¡Qué rico!
Podemos decir que hay tres momentos para disfrutar de un buen chocolate con churros.
En el desayuno, normalmente en la cafetería de al lado del trabajo o en días festivos.
Recuerdo que los domingos mi padre y yo solíamos escaparnos muy temprano,
mientras todo el mundo dormía, para ir a la churrería del barrio y comprar este delicioso desayuno recién hecho.
Las churrerías son una institución en España y el churrero es un artesano que generalmente transmite sus habilidades y,
claro, también su negocio de generación en generación.
Aunque a veces la churrería no es más que un camión que recorre los mercados y las ferias.
El segundo momento ideal para disfrutar de este delicioso chocolate es la hora de la merienda,
entre las 5 y las 7 de la tarde, en un café,
solo o acompañado.
Es muy habitual ver grupos de señoras muy elegantes tomando chocolate con churros a la misma hora a la que los ingleses toman el té.
Tercer momento, al amanecer, cuando termina la fiesta y abandonamos los bares exhaustos y hambrientos.
Los franceses prefieren la sopa de cebolla para alargar la noche.
A los juerguistas españoles les hace falta algo dulce y contundente.
En Madrid hay chocolaterías históricas como San Ginés,
estratégicamente situada detrás de una de las discotecas míticas de la capital,
Joy Eslava, que sigue siendo un icono de la noche madrileña.
En San Ginés se siguen sirviendo estas tazas incomparables con un chocolate caliente,
espeso, cremoso y esos churros delicados y perfectos.
Una explosión de sabores realmente reconfortante.
Pero quizá lo que le preocupa a Claire es el contenido calórico de los churros españoles.
Pues bien, 100 gramos de churros contienen 296 kilocalorías y 6 gramos de grasa.
En cambio, 100 gramos de gofre contienen más de 400 kilocalorías y 23 gramos de grasa.
Así que, no se deje impresionar, mejor pruebe un buen chocolate caliente con churros y luego me cuenta.
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