西语助手
2023-10-15
¿Visitar una ciudad maya, tal cual estaba hace 1400 años?
Sí, esto es posible en nuestros días.
Y no gracias a la tecnología, sino a un fenómeno natural.
Te invitamos a conocer Joya de Cerén, un lugar único y literalmente escondido en El Salvador.
La civilización maya es una de las más importantes que ha tenido América,
sobre todo antes de la llegada de los europeos al continente.
Son muchos los motivos que lo justifican.
Algunos se pueden visitar y son grandes atractivos turísticos.
Tal vez el más famoso sea Chichen Itzá, en la porción mexicana de la península de Yucatán.
Era una ciudad o centro ceremonial de los mayas y alberga al templo de Kukulcán,
uno de los lugares más increíbles para los arqueólogos por su valor arquitectónico.
Pero hay otros lugares, tal vez un poco menos conocidos,
que también dan cuenta de la majestuosidad de la cultura maya.
Como Tikal, en medio de la selva guatemalteca, o Copán, en Honduras.
Incluso en el sur de México hay varios otros sitios destacados en donde se puede apreciar la arquitectura precolombina.
Como Palenque, donde se cree que buena parte de las esculturas aún no se han descubierto y están bajo la selva.
O Uxmal, donde vemos algunas de las edificaciones más imponentes por su tamaño.
Pero todos estos lugares, si bien pueden resultarnos fascinantes,
nos muestran la faceta más grandilocuente de los mayas.
Se trata de enormes construcciones que requirieron mucho tiempo y esfuerzo para ser construidas.
Aunque hay otro lugar, un poco más al sur,
que nos brinda una posibilidad distinta:
conocer cómo vivían los mayas en su vida cotidiana.
No los grandes gobernantes, sino los ciudadanos comunes.
De qué manera se organizaban en su día a día,
de qué se alimentaban, cómo se relacionaban con sus autoridades más cercanas.
Estamos hablando de Joya de Cerén.
Se encuentra a 35 kilómetros de San Salvador, la capital del país.
Y nos permite una experiencia única:
ingresar a una aldea maya que se encuentra intacta después de 14 siglos.
¿Cómo es que sucedió esto?
Hace unos 1400 años entró en erupción el volcán Laguna Caldera, que está a solo 600 metros.
Rápidamente, el lugar quedó sepultado bajo 14 capas de ceniza,
lo que actuó como un protector inmejorable ante los factores externos.
De esta forma, todo quedó intacto: no solo se pueden diferenciar las casas,
cocinas y el resto de las construcciones cotidianas,
sino también utensilios, vasijas y demás elementos.
Incluso hasta sus alimentos: se conservaron semillas de distintos vegetales que hasta estaban en perfectas condiciones.
Eso permitió saber más sobre la dieta de los mayas, que incluía frijoles, maíz, yuca y calabaza.
La comparación con Pompeya es automática.
La antigua ciudad italiana es famosa por la erupción del Vesubio, que dejó todo tal como estaba.
Pero hay una diferencia evidente.
En el caso romano, muchas personas no llegaron a escapar,
por lo que se pudieron ver sus cuerpos conservados debajo de la ceniza.
En cambio, la erupción que produjo Joya de Cerén dio algo más de margen a los pobladores.
De esta forma, no nos encontramos con restos humanos.
El lugar se descubrió hace relativamente poco.
En 1976, una empresa estaba realizando excavaciones con el fin de construir silos.
De pronto, se encontraron con una estructura sólida, por lo que se detuvieron.
Los investigadores pensaron que sería una construcción con un siglo de vida.
Pero la sorpresa fue total cuando realizaron los estudios con carbono 14:
el lugar databa del año 600 de nuestra era.
A partir de ahí comenzó un trabajo muy meticuloso,
ya que lo que tenían entre manos contaba con un valor incalculable.
No hay otro lugar en el planeta con una conservación de este tipo,
que nos pueda decir tanto sobre la vida de una civilización tan importante como la maya.
Gracias a este hallazgo, y a las posteriores excavaciones e investigaciones,
se pudieron detectar diversos espacios y lugares.
En los diez edificios diferenciados nos encontramos con casas,
bodegas, una cocina, un lugar especial para una adivinadora,
otro en donde se reunían los líderes de la comunidad y uno más para guardar objetos y alimentos.
Por fuera de ellos, uno de los más interesantes, un temazcal.
Se trata de una construcción distintiva de estos pueblos y es similar a un sauna.
Allí se reunían distintas personas en medio de un denso vapor.
Es que Joya de Cerén se encuentra reparado y listo para recibir visitantes.
Igualmente, es muy dificultosa la conservación,
ya que cualquier alteración puede provocar un deterioro que no tiene vuelta atrás.
Otra cuestión fascinante es que, por el momento,
lo que se excavó es muy poco en términos relativos.
Se cree que buena parte de los edificios y construcciones que quedaron debajo de las cenizas todavía no fueron descubiertas,
por lo que es una incógnita con qué más podemos encontrarnos.
¿Qué se espera hacia el futuro?
Es incierto, pero sin dudas despierta expectativa.
Es que puede ser otra oportunidad para seguir conociendo a los mayas,
una civilización que, sin dudas, es de las más importantes que ha pisado este continente.
Pensemos, por ejemplo, en sus conocimientos de matemática.
Tenían un sistema numérico de base 20 y usaban el cero.
Esto los ayudó en sus exploraciones astronómicas.
Son conocidos sus calendarios, en donde estudiaron con una enorme precisión los movimientos de la Tierra y la luna.
Su sistema de escritura también fue uno de los más avanzados.
Estaba vigente cuando llegaron los europeos y se conservaron miles de textos que pudieron ser estudiados.
Ni hablar de los logros obtenidos con los cultivos y sistemas de riego,
que permitieron el sedentarismo y el desarrollo en épocas muy tempranas.
Está claro que quienes no conocieron de primera mano el impacto de los mayas puedan estar tentados a hacerlo.
Aunque no es uno de los destinos principales, Joya de Cerén bien puede valer la pena.
Y para quienes vayan allí no podemos dejar de proponerles algo un poco más arriesgado.
A solo 20 kilómetros nos encontramos con el pueblo de Nejapa.
Durante casi todo el año no se destaca por algo en particular.
Pero cada 31 de agosto por la noche las calles arden.
Literalmente.
Es la llamada fiesta de las bolas de fuego.
Las personas se agrupan en dos bandos enfrentados y… sí,
se arrojan bolas de fuego y nos dejan este escenario.
Estas bolas están hechas con tela de algodón, atadas con alambre y cargadas de gasolina.
Mientras las personas las arrojan con fuerza,
alrededor de ellos están preparados los bomberos y los enfermeros,
por si la situación se sale de control.
Esta celebración se realiza todos los años desde hace más de un siglo.
La primera edición fue en 1922, y existen dos explicaciones de su origen.
La primera tiene un sentido religioso.
Pero la segunda hace referencia a la erupción de 1658, cuando se produjo una violenta erupción de un volcán cercano que produjo grandes destrozos en el poblado.
Mucho tiempo después, en 1917, se produjo otra erupción, pero en este caso no generó mayores daños.
Así, los pobladores decidieron recordarlo cada año, y lo hacen de una forma bastante particular.
Sí, podemos encontrar la explicación en la erupción de un volcán,
lo mismo que generó que podamos conocer cómo vivían los mayas en su vida cotidiana gracias a Joya de Cerén.
¿Te gustaría visitar el lugar?
¿Te animarías a lanzar unas buenas bolas de fuego?
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