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2024-12-05
El Siglo de Oro es una de las épocas más gloriosas de la literatura española.
Abarca casi dos siglos: El Renacimiento (siglo XVI) y el Barroco (Siglo XVII).
En el Renacimiento empieza a mirarse más al hombre que a Dios,
se exalta la Naturaleza y estilísticamente se busca la naturalidad,
rechazando los rebuscamientos.
El renacimiento español puede decirse que nace con La Trágica Comedia de Calisto y Melibea,
posteriormente llamada la Celestina,
atribuida a Fernando de Rojas.
Calisto, de noble linaje, entra siguiendo a un halcón en la huerta donde se halla Melibea.
Enamorado, pero desdeñado por ella,
acude a Celestina, que con sus hechizos la hace objeto de sus encantamientos.
Hasta la muerte de Celestina todo es comedia.
La comedia del amor y de la vida.
Pero a partir de ese momento se convierte la obra en algo muy trágico.
Garcilaso de la Vega es el primer poeta lírico español.
Se le conoce también como el príncipe de los poetas españoles.
Nació en Toledo a principios del siglo XVI.
En esta ciudad recibió al emperador Carlos V y luchó a su lado contra los comuneros.
Su amigo Juan Boscán influyó mucho en él,
poniéndole en contacto con la cultura italiana renacentista del momento.
Hombre de mundo, era invitado frecuentemente a fiestas y bodas de la realeza,
asistiendo también a la coronación del emperador en Italia.
Más adelante Carlos V lo desterró a una isla en el Danubio.
A Garcilaso le dolió este castigo que sentía muy injusto,
lo cual puede verse reflejado en los versos que compuso en aquella época.
Por influencia del duque de Alba le trasladaron después a Nápoles,
donde seguirá desarrollándose su obra y donde se enamora de una mujer italiana.
Al final de su vida muere trágicamente en el asalto a un castillo en Francia.
Su obra está compuesta por la epístola a su amigo Boscán,
elegías, églogas y sonetos de temas bucólicos y amorosos.
Garcilaso logra una carga de sentimientos impresionantes sin mermar la forma.
Utiliza palabras llanas pero con gran musicalidad y brillantez de formas.
"Coged de vuestra alegre primavera el dulce fruto.
Antes que el tiempo aireado, cubra de nieve la hermosa cumbre.
Marchitará la rosa el viento helado.
Todo lo mudará la edad ligera por no hacer mudanza en su costumbre".
Fray Luis de León nace en un pueblo de Cuenca en 1527.
Su obra la realiza en época de Felipe II donde transcurre la reforma protestante y las revueltas de los moriscos.
Su éxito como profesor en Salamanca levantó muchas envidias y celos entre el resto de los profesores.
Era vivo, batallador, polemista, enamorado de la verdad,
pero también buscará la tranquilidad y el sosiego con la naturaleza y con Dios.
Su literatura es estética, de base religiosa,
donde el hombre buscará hacerse mejor y perfeccionarse para poderse unir con Dios,
alejándose así de lo terrenal.
Destaca en su obra los nombres de Cristo,
crítica social de estilo perfecto, sobrio y llano,
y la perfecta casada, una obra didáctica que versa sobre la mujer casada,
la familia y las tareas del hogar.
Traduce el texto bíblico, el cantar de los cantares,
como el amor humano y bello entre un hombre y una mujer,
y ello le supone ser encarcelado preso varios años en Valladolid.
Es destacable también su traducción del libro del santo Job.
El santo Job, Dios le iba quitando todo pero le seguía teniendo fe.
De alguna manera fray Luis de León se ve identificado con él por la situación tan dura que vivió en la cárcel.
"Aquí la envidia y la mentira me tuvieron enterrado,
dichoso el humilde estado del sabio que se retira de aqueste mundo malvado,
y con pobre mesa y casa, en el campo deleitoso,
con sólo Dios se compasa, y a solas su vida pasa,
ni envidiado ni envidioso".
Santa Teresa de Jesús nace en 1515 en un pueblecito de Ávila de padres judeoconversos.
De niña jugaba a ser monja y hacer monasterios,
construía cabañas con sus hermanos imitando a los ermitaños,
leía mucho las vidas de los santos que le exaltaban la imaginación queriendo llegar a ser como ellos.
Entra en el convento de los Carmelitas,
pero el estricto estilo de vida que allí se vivía no le sienta nada bien y sufre de angustia y ansiedad.
Tiene visiones de Jesús y de los ángeles,
y frecuentes éxtasis que le perjudican la salud,
pero a la vez siguió siendo una mujer muy práctica;
decía por ejemplo que "Dios también está entre los pucheros."
Conoció a San Juan de la Cruz que le ayudó en la fundación de conventos.
La princesa de Éboli también se hizo amiga suya al principio y quiso hacerse monja con ella y dirigir y mandar los conventos,
pero al final acabaron enfrentadas.
Funda la Orden de las Carmelitas descalzas y muere en Alba de Tormes,
provincia de Salamanca, en 1582.
Su estilo es ardiente, apasionado, le sale del corazón.
Sus obras, Camino de la Perfección o el Libro de las Moradas son producto del amor,
de un alma enamorada de Dios y de la vida.
Fue declarada doctora de la iglesia obteniendo así el reconocimiento que no tuvo en vida.
"Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa.
Dios no se muda.
La paciencia todo lo alcanza.
Quien a Dios teme, nada le falta.
Solo Dios basta".
San Juan de la Cruz nace en un pueblo abulense en 1542.
Su padre, judío converso, se casó con una mujer humilde de un pequeño pueblo.
Tiene dos hermanos y su padre muere cuando él tiene apenas cuatro años,
dejándoles en una posición mísera.
Con su madre se trasladan a Medina del Campo, pueblo de gran actividad comercial en aquella época.
En el colegio era muy buen estudiante y siente el anhelo de la perfección,
de alcanzar una espiritualidad superior.
Entra en la orden de las Carmelitas.
Después, padece nueve meses de prisión en Toledo,
pero logra fugarse de la cárcel por una ventana y huye a Jaén donde dedica gran parte de su tiempo a escribir.
Con poca salud y alimentación muy frugal,
enferma y muere de una septicemia a los 49 años,
llegando a ser muy venerado por la gente sencilla.
Su obra no es extensa, pero es de una exquisitez extraordinaria.
Podemos destacar El Cántico Espiritual y La Llama de amor viva.
Fue reconocido como Doctor de la Iglesia,
siendo venerado también por los protestantes,
incluso por la iglesia anglicana.
"Un pastorcico, solo, está penado,
ajeno de placer y de contento,
y en su pastora puesto el pensamiento,
y el pecho del amor muy lastimado.
No llora por haberle amor llagado,
Que no le pena verse así afligido,
Aunque en el corazón está herido,
Mas llora por pensar que está olvidado;
Que solo de pensar que está olvidado De su bella pastora, con gran pena Se deja maltratar en tierra ajena,
El pecho del amor muy lastimado…"
Las novelas de caballerías eran del gusto de todo el mundo durante el siglo XVI.
Logran su máximo esplendor durante el reinado de Carlos V y luego irán disminuyendo su importancia durante el reinado de Felipe II.
Pero frente a las aventuras caballerescas va a surgir el antihéroe.
En 1554 se publica El lazarillo de Tormes,
novela maravillosa de la picaresca española,
muy realista.
Su precedente podemos verlo en La Celestina.
Recoge el Renacimiento, una visión directa del mundo,
la crítica del clero, algo que era impensable en la Edad Media.
El pícaro es el antihéroe y despierta mucha ternura y compasión.
Es una novela que refleja con crudeza cómo vivían las clases bajas del momento.
Durante el transcurso de la novela, el lazarillo sirve de criado, entre otros, a un ciego.
A un cura roñoso, a un escudero famélico.
El estilo de la obra es sencillo, espontáneo,
coloquial, opuesto a lo ampuloso y rimbombante de los libros de caballerías.
Obtuvo un gran éxito y llegó a ser prohibida por la Inquisición,
de ahí la causa de que fuera anónima.
"Y en esto, yo siempre le llevaba (al ciego),
por los peores caminos y adrede, para hacerle mal daño:
si había piedras, por ellas;
si lodo, por lo más alto".
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