Lycoris1026
2015-06-21
CAPITULO 1.
Un origen un tanto incierto.
Pacece que los gitanos y gitanas solamente nacen en el mundo para ser ladrones; nacen de padres ladrones, se crían con ladrones, estudian para ladrones, y finalmente salen ladrones.
Y el deseo de hurtar y el hurtar son en ellos accidentes inseparables, que solamente desaparecen con la muerte.
Una gitana vieja, crió una muchacha como nieta suya a quien puso por nombre Preciosa, y a quien enseñó todas sus gitanerías.
Salió Preciosa la mejor bailadora y la más hermosa y discreta mujer, no entre los gitanos, sino entre cuantas hermosas y discretas hay en el mundo.
Ni el sol ni el aire, ni todas las inclemencias, a las que más que otras gentes están sujetos los gitanos, pudieron deslustrar su rostro.
Y aunque era de crianza tosca , no descubría en ella más que ser nacida de mejor condición que de gitana, porque era en extremo cortés y bien razonada.
También era muy simpática y honesta . En su presencia, ninguna gitana vieja o joven osaba decir cantares groseros ni decir palabras malsonantes.
Así el águila vieja, conociendo el tesoro que tenía, decidió enseñar a volar a su aguilucho.
Salió Preciosa rica de coplas y seguidillas y otros versos.
Preciosa cantaba especialmente bien, romances, que los cantaba con especial donaire, y su astuta abuela bien pronto vio en todo esto, feliz ocasión para ganar mucho dinero, pues esto del hambre, hace inventar al ingenio cosas que no están en el mapa.
Cuando tenía quince años su abuela la llevó a Madrid.
La primera entrada que hizo Preciosa en Madrid fue el día de santa Ana, patrona de la villa, con una danza en la que iban ocho gitanas y un gitano, gran bailarín, que las guiaba.
Aunque todos iban limpios, el aseo de Preciosa era tal, que poco a poco iba enamorando a cuantos la miraban.
Entre el sonido del tamborín y las castañuelas, salía un rumor que alababa belleza y donaire de la gitanilla.
Y corrían los muchachos a verla y los hombres a mirarla. Cuando empezó a cantar fue para admirar a cuantos la escuchaban. Unos decían:
—¡Dios te bendiga muchacha! ¡Lástima que esta moza sea gitana! En verdad merecería ser hija de un gran señor.
Otros más groseros decían:—Dejen crecer a la rapaza que ella hará de las suyas. ¡A fe que en ella se va tejiendo gentil red para pescar corazones!
Se acabó la fiesta de Santa Ana y quedó Preciosa algo cansada, pero tan celebrada de hermosa, de aguda, discreta y de bailadora, que en toda la corte se hablaba de ella.
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