西语助手
2025-01-05
En casa de mis abuelos, en un rincón del viejo desván, está la esencia de mi Navidad española.
Todos los años sacamos las figuras del Belén de una gran caja de cartón.
Las colocamos con cuidado.
El portal de Belén, la Virgen, San José,
el Niño Jesús, los pastores y, al final,
los tres Reyes Magos en sus camellos.
Están lejos, pero cada día les vamos acercando muy despacio a la cuna.
Este es un detalle importante para los niños españoles.
El nacimiento de Jesús la noche del 24 de diciembre,
Nochebuena para los franceses, Heiligabend para los alemanes,
es la fecha fundamental de la Navidad cristiana.
Si los niños franceses y alemanes esperan esta noche con gran impaciencia,
es porque, claro, junto con el Niño Jesús llega Papá Noel.
Con su trineo, sus renos y todos sus regalos.
Si en Francia y en Alemania Papá Noel es muy generoso,
hay que decir que en España lo es mucho menos.
Entre otras cosas, hace 50 años apenas le conocíamos.
A nosotros solo nos traían regalos los Reyes Magos.
Poco a poco hemos ido aceptando también los regalos de Papá Noel, pero en general son poquita cosa.
Es para que los niños se entretengan mientras llegan los reyes.
Sus majestades se hacen esperar.
Vienen casi dos semanas después de Navidad, la noche del 5 de enero, víspera de la Epifanía.
Casi todo el mundo conoce a los Reyes Magos,
pero ¿sabían que en la Biblia solo San Mateo los menciona?
Unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén.
La palabra magos se utilizaba para designar a los sabios que estudiaban astrología y astronomía.
Según San Mateo, nuestros magos siguieron una estrella que anunciaba el nacimiento del rey de los judíos.
Los magos vieron al niño y le entregaron oro,
ofrenda para los reyes, incienso para significar su divinidad y mirra,
utilizada para embalsamar.
Con ello anunciaban que moriría joven.
Más tarde, la tradición cristiana dio nombres a estos magos que representaban a los tres continentes donde la fe cristiana se había implantado de manera significativa.
Melchor, de pelo blanco y larga barba, vino de Europa.
Gaspar, imberbe y probablemente persa, vino de Asia.
Y Baltasar, negro y con barba, era originario de África.
¿Sabían que la Catedral de Colonia conserva con orgullo los restos de los Reyes Magos?
Yacen en un sarcófago triple cubierto de plata dorada.
Toda una aventura rocambolesca para llegar allí.
Desde Saba a Constantinopla y a Milán,
hasta que Federico Barbarroja, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico,
saqueó el norte de Italia y se llevó las reliquias a Colonia.
Los Reyes Magos son los protagonistas de la obra de teatro más antigua de España,
el Auto de los Reyes Magos, una pieza litúrgica anónima escrita probablemente en el siglo XII y representada todos los años el 5 de enero en Toledo,
donde se descubrió el manuscrito.
Pero el 5 de enero, en casi todas las ciudades españolas,
miles de familias salen al atardecer para asistir a un acontecimiento inolvidable para los niños.
La cabalgata, un desfile majestuoso.
Subidos en sus camellos, los reyes lanzan caramelos y besos a los niños que gritan fascinados.
¡Melchor!
¡Baltasar!
Cada niño tiene un rey favorito o no.
Algunos lloran de emoción, otros tienen miedo.
Demasiada magia para una noche tan esperada.
Cuando vuelven a casa, colocan junto a sus zapatos unas copas de vino para los reyes y algo de comida para los camellos.
Y ahora me dirán que tendría más sentido que nuestros pequeños disfrutasen de todos los juguetes desde el principio de las vacaciones de Navidad, ¿no?
Pues parece que no.
Los españoles seguimos muy apegados a nuestros Reyes Magos.
Según las últimas encuestas, los reyes,
con un 54% de los votos, siguen a la cabeza de nuestras preferencias frente a un 35% para Papá Noel.
Y eso, a pesar de la feroz competencia de la publicidad y el cine en estas fechas.
Así que la pregunta es, ¿seremos capaces de mantener por mucho tiempo esta tradición tan española?
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