西语助手
2023-07-31
"El amor al dinero es la raíz de todos los males", dice un libro sagrado.
La ambición por acumularlo ha sido la causa de innumerables crímenes,
de la pobreza y de incontables guerras.
¿Será que eliminarlo prevendría todos estos males?
Parece imposible imaginar grupos humanos que no usen dinero, pero…
¿Podría el dinero desaparecer en la sociedad del futuro?
Esta pregunta fue propuesta por Pablo Andrés Díaz,
quien forma parte de la comunidad de mentes curiosas.
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No siempre hemos usado el dinero.
Si pensamos que los seres humanos han existido desde hace unos 300 mil años y la primera moneda propiamente dicha,
ha existido desde hace apenas 3 mil años, resulta que la humanidad ha vivido sin dinero el 99 por ciento de su existencia.
Antes, la gente intercambiaba cosas, las compartía,
las prestaba, las regalaba y, claro, a veces las robaba, todo sin necesidad de dinero.
Claro que transportar los objetos podía ser difícil y,
muchas veces, lo que tú querías dar no era exactamente lo que la otra persona necesitaba,
así que se empezaron a usar otros objetos de valor y más portátiles para que sirvieran de "comodín":
la invención de la moneda facilitó el intercambio de bienes y servicios.
Gracias a esta tecnología ha sido posible el comercio que supera grandes distancias geográficas,
o trascender en el tiempo facilitando con el ahorro y el crédito,
así como la concentración de capital para realizar grandes proyectos tecnológicos y sociales. ¡Magnífico!
¿O no?
Pues no todo es miel sobre hojuelas:
a lo largo de la historia, hemos sido testigos de los problemas que causa el dinero.
Quien posee dinero obtiene una serie de ventajas que le facilitan concentrar todavía más capital y el hecho de que se pueda acumular de manera ilimitada ha producido,
de generación en generación,
una desigualdad de poder que ha llevado a la conformación de clases sociales y a la opresión de unas sobre otras.
La desigualdad económica, la corrupción y la codicia son sólo algunos de los desafíos que surgen de un sistema basado en el dinero.
Esto nos lleva a considerar la alternativa: una sociedad sin dinero.
Quienes proponen una sociedad sin dinero argumentan que se erradicaría la pobreza porque se tendría acceso igualitario a los recursos como alimentos,
vivienda y atención médica;
también se fomentaría la cooperación y solidaridad porque,
sin el dinero como incentivo, las personas estarían más dispuestas a ayudarse mutuamente;
nos liberaríamos del trabajo alienante: nos permitiría dedicarnos a actividades creativas,
intelectuales y emocionalmente satisfactorias:
eliminar la necesidad de trabajar para ganar dinero,
busca promover el desarrollo personal y la autorrealización;
además, si el sistema monetario está ligado al crecimiento y consumo insostenible que agota los recursos naturales y daña el medio ambiente,
una sociedad sin dinero preservaría mejor el planeta.
La idea de una sociedad sin dinero ha sido explorada por corrientes anarquistas.
Para ellos, el dinero es una herramienta de opresión y control,
y argumentan que la abolición del sistema monetario permitiría una mayor libertad y cooperación entre las personas.
Piotr Kropotkin escribió en "El apoyo mutuo" que la colaboración, más que la competencia,
ha sido un factor clave en la evolución de las especies, especialmente la humana.
En una sociedad anarquista los recursos se repartirían "a cada quien de acuerdo con su necesidad" y el trabajo lo haría "cada quién de acuerdo con su capacidad".
Las decisiones acerca de grandes proyectos,
en vez de quedar en manos de quienes tienen capital o del gobierno,
se tomarían democráticamente.
Una versión diferente, que podríamos llamar "tecnoutopía", la propuso Jacque Fresco,
un conocido futurista, Su visión, llamada "Proyecto Venus",
se fundamenta en la idea de una economía basada en los recursos,
donde las necesidades de todos se satisfacen de manera eficiente utilizando la tecnología y la planificación científica.
Las decisiones no las tomarían ni los políticos ni las corporaciones,
que no existirían, sino las computadoras de acuerdo con un criterios estrictamente técnicos.
La ciencia ficción también ha imaginado futuros sin dinero:
la serie de televisión Star Trek retrata una federación interplanetaria sin una economía monetaria.
La tecnología ha permitido tal prosperidad y abundancia que todos pueden tener lo que necesiten.
El capitán Jean-Luc Picard dice: "Hemos superado el hambre y la avaricia y ya no tenemos interés en la acumulación de cosas".
Las personas se dedican a la exploración y al mejoramiento de sí mismas y de la humanidad.
Pero no hay abundancia en el planeta Anarres de la novela de ciencia ficción "Los Desposeídos" de Ursula K. Le Guin.
La autora describe un mundo árido en el que lo que hay es escasez de recursos.
Es el hogar de una sociedad anarquista en la que no sólo no existe el dinero,
sino que se ha desterrado incluso la idea de posesión y tampoco existen las jerarquías.
Tanto el trabajo como los recursos se reparten con justicia:
el trabajo combina tareas voluntarias con tareas asignadas y las labores más arduas y aburridas se turnan,
de manera que nadie se queda atrapado en empleos enajenantes.
La principal objeción que se le pone a la idea de una sociedad sin dinero es:
Si no se paga por trabajar ¿qué incentivo tendrían las personas para hacerlo?
Seguro todo mundo se quedaría a echar la flojera.
Esto podría ser cierto, pero, según el autor Dan Pink,
el incentivo económico dista mucho de ser la mejor motivación para los seres humanos.
Según los estudios científicos que cita el autor,
una mejor paga sí te motiva sólo si tienes que hacer labores puramente físicas,
pero si la labor implica inteligencia o creatividad,
un premio económico no mejora sino que empeora tu desempeño.
Pink menciona que los mejores incentivos para trabajar son:
La autonomía: hacer lo que tú decidas.
Un estudio mostró que en una empresa darle 24 horas a los empleados para dedicarlas a lo que ellos quisieran generó más ideas innovadoras y productivas que con el trabajo dirigido.
La maestría.
A las personas nos encanta aprender y sentir que somos realmente buenas en algo.
¿Por qué si no la gente le dedicaría tantas horas a aprender a tocar un instrumento musical o al papiroflexia si no va obtener un beneficio económico?
El propósito.
Somos capaces de dedicar grandes esfuerzos a causas y proyectos cuando tenemos la convicción de que contribuyen a un bien mayor.
Podemos poner como ejemplo proyectos como Wikipedia,
Linux, OpenStreetMap o Médicos sin Fronteras en los que miles de personas,
motivadas por la autonomía, la maestría y el propósito,
logran obras monumentales sin incentivos económicos.
Y, aunque no tan llamativas,
actualmente existen prácticas económicas reales que no usan dinero: por ejemplo,
en las comunidades indígenas latinoamericanas hay tradiciones de trabajo comunitario como el tequio en México o el ayni y el minka en las comunidades andinas.
Aunque una sociedad sin dinero puede parecer una utopía lejana,
existen organizaciones en la actualidad que funcionan sin un intercambio monetario tradicional.
Las bibliotecas públicas, por ejemplo,
brindan acceso gratuito a una amplia gama de recursos,
conocimientos y entretenimiento para toda la comunidad.
Lo mismo podría aplicarse al agua, las calles y al transporte público.
Sin ir más lejos: en una familia cualquiera se espera que los recursos y los trabajos se repartan según la necesidad y la capacidad de cada quien sin necesidad de intercambio monetario.
Entonces ¿podría el dinero desaparecer en la sociedad del futuro?
Es difícil saberlo, o asegurar con certeza que es una condición necesaria para mejorar la sociedad.
Las ideas que vimos hoy nos invitan a cuestionar el papel del dinero en nuestras vidas y explorar nuevas alternativas de organización social.
El principal obstáculo para cambiar no es la falta de ideas ni de recursos,
sino quienes están interesados en que el dinero siga existiendo y son,
obviamente, quienes ya tienen mucho dinero.
Manu Saadia, autor de Trekonomics, dice que lograr una sociedad que supere la escasez no es asunto de riqueza material o recursos naturales (ya los tenemos en abundancia),
sino una opción organizacional de la sociedad.
En última instancia, la respuesta a esta pregunta radica en la voluntad y la capacidad de la humanidad para adaptarse,
evolucionar y buscar sistemas más justos y equitativos ¡Curiosamente!
¡Muchas gracias a todas estas personas maravillosas que nos apoyan sin recibir un incentivo monetario,
especialmente a Nancy L. Serrano y Pablo Andrés Díaz!
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